Por Daniel Díaz Romero*

El siguiente artículo utiliza como base las respuestas a las preguntas realizadas en el conversatorio La ciencia sin miedos, organizado por Pensamiento Pentecostal y Apologos, realizado en el Seminario Teológico Ministerial el pasado 24 de Abril.

¿Debería un pentecostal tener temor a la hora de acercarse al estudio de las ciencias naturales?, ¿Existen verdades sobre el mundo material las cuales no deberíamos conocer, ya que podrían poner en jaque nuestra fe? O yendo incluso más allá, ¿Tiene nuestro Dios un manifiesto interés de que no accedamos a este tipo de conocimiento, ya que podrían perjudicar nuestra relación con Él? – Creo firmemente en que la respuesta a estas preguntas es una, un rotundo no. Un correcto entendimiento del mundo material, desde el lente de nuestra cosmovisión judeocristiana, glorifica más aún al Dios Creador.[1] Me niego a creer en un dios que teme a “ser desenmascarado”, o que se siente amenazado por el conocimiento del mundo científico. – ¿Pero que hay del conflicto ciencia-fe, es acaso real? – En los siguientes párrafos intentaré abordar este tema, compartiendo un poco lo que ha sido mi experiencia, como un pentecostal vinculado a las ciencias naturales.

Por un lado, mi relación con las ciencias, específicamente las ciencias químicas, comienza desde muy temprano, tanto como mis estudios de enseñanza media (o educación secundaria), donde estudié Laboratorio Químico en un colegio técnico profesional. De ahí pasé directamente a la carrera de Licenciatura en Química, en la Universidad de Santiago de Chile, y hace muy poco finalicé un doctorado en Química en Johns Hopkins University, donde me especialicé en Química Bioinorgánica. Ahora, mi vinculación con el mundo pentecostal es mucho mas extensa aún, soy el octavo de doce hermanos, de una familia pentecostal, y mi padre es Pastor de una iglesia pentecostal chilena de larga tradición, una de las fundadoras del pentecostalismo criollo. Así que la experiencia pentecostal, con sus muchas virtudes, y también defectos, ha sido la cuna donde crecí, la fe cristiana en la cual me crie.

¿Qué desafíos ha representado esto? – Ninguno que haya puesto mi fe en Cristo contra las cuerdas, por esa supuesta contradicción que hay entre ser cristiano y científico, por esa falsa dicotomía entre ciencia y religión. Siempre los conflictos han sido secundarios, y no relacionados directamente con el ejercicio de mi profesión. Dentro de la iglesia, por ejemplo, la resistencia se generó entre algunos, no porque estudiara una carrera científica, sino por mi condición de estudiante universitario (y predicador). Lamentablemente existe en muchas de nuestras iglesias pentecostales, una marcada tendencia a hacer una relación de equivalencia entre la ignorancia y la humildad (o sencillez de corazón); pasando de esta manera a ser la ignorancia presentada como una virtud, y ser puesto bajo sospecha a todo aquel que presente un interés por conocer, por aprender, siendo tachado en el mejor de los casos, de poco espiritual. A esto le he llamado muchas veces “la santificación de la ignorancia”. Ahora, como cristiano-pentecostal durante mi pregrado, las tenciones estuvieron más relacionadas al marcado carácter político e ideológico de la universidad donde estudié, y si a eso se le suma estudiar en una facultad de ciencias, el estereotipo del joven escéptico y materialista esta creado, el cual pide que todo se le pruebe “científicamente”, sin siquiera tener claro el marco de acción de método científico, y aunque este recién cursando Química General. En ese ambiente, la figura de un estudiante cristiano puede ser incómoda, y siempre puede generar alguna molestia en algún compañero de generación, o en algún profesor con el que realizas ayudantías, especialmente si usamos en nuestro lenguaje (y de forma completamente intencional, en mi caso), frases como “si Dios quiere”, o “gracias a Dios”. Y menciono esto de forma casi anecdótica, ya que no puedo encontrar un momento en que, ejerciendo mi profesión, realizando ciencia experimental, haya tenido que cuestionarme acerca de la existencia de Dios. Creo que, así como en mi área, muchísimas son las ciencias experimentales en las que el creyente jamás encontrará un motivo para dudar de Dios, sino que en muchas ocasiones es todo lo contrario; un estudio sistemático y ordenado de la naturaleza, arroja belleza, orden y diseño que nos da testimonio de aquel que revela su poder y deidad a través de lo creado. Por lo tanto, no es la ciencia la que tiene conflictos con nuestra fe, sino el cientificismo, esta idea que borra los márgenes del método científico y lo hace universal, aplicable en cualquier circunstancia, que lo transforma en todopoderoso, irguiéndose como la única fuente de conocimiento autentico, genuino.

¿Y si no hay nada que temer, que desafíos tiene el mundo pentecostal con las ciencias? – El desafío más próximo del mundo pentecostal, antes de cualquier diálogo con la ciencia, es definir con claridad su teología y cosmovisión. Luego de eso, vendría el aprender a dialogar, yendo más allá de las ideas del líder de turno. Entiendo que, dada la heterogeneidad del movimiento pentecostal, esta crítica no necesariamente representa a todo el mundo pentecostal, pero esa falta de diálogo, esa resistencia al conocimiento, incluso al conocimiento bíblico; así como también la presencia de liderazgos autoritarios, los he visto más de lo que quisiera en nuestras iglesias. Es por esta razón que creo la responsabilidad de llevar a cabo un acercamiento entre ciencia y cristianismo-pentecostal, recaerá principalmente en las nuevas generaciones, que son más abiertas a aprender y dialogar. Uno de los desafíos será entender que Dios creó un mundo ordenado, diseñado con exactitud, con constantes físicas ajustadas con altísima precisión,[2] con un exceso de belleza,[3] que va más allá de la mera funcionalidad, y que dotó a los hombres con capacidad e intelecto para explorarlo y estudiarlo. Es por eso, que no existe conflicto alguno entre la gran mayoría de las ciencias experimentales y nuestra cosmovisión cristiana-pentecostal. El conflicto, y creo que repetiré esto hasta el cansancio en este artículo, es entre el cientificismo, entre la cosmovisión materialista, no de la ciencia, sino de muchos hombres que hacen ciencia, y las cosmovisiones teístas, incluyendo, por supuesto a nuestro cristianismo-pentecostal.

El conocimiento científico del mundo material puede ayudar al pentecostal a desechar la superstición excesiva, en la cual muchas veces se cae, y valorar los verdaderos milagros que se ven entre nosotros, como son las verdaderas sanidades y los verdaderos cambios de vida, los cuales han nutrido y hecho robusta la fe pentecostal desde sus inicios. Sólo en un mundo con leyes naturales definidas y estables, un milagro puede ser reconocido como tal. Y sólo aquel que estableció el mundo y sus leyes, tiene la autoridad, en determinadas ocasiones y para su gloria, de intervenir en el mundo material generando hechos sobrenaturales.

Ahora, abordando la pregunta: ¿Cómo deberían acercarse los pentecostales a las ciencias naturales? (o a cualquier ciencia en general) – Abriendo el diálogo en nuestras iglesias, generando instancias en los que se traten, sin complejos, temas científicos, y lo más importante, motivando a nuestros jóvenes a estudiar ciencias, sin miedos. Sería un sueño que de nuestras iglesias muchos lleguen a la academia, que muchos hagan investigación científica de alto nivel, y se especialicen en las más variadas áreas que tienen las ciencias naturales. Y que, desde esa plataforma, derriben mitos y falsos conflictos, y que influencien positivamente desde nuestra cosmovisión, a los que vienen mas atrás, tanto hermanos en la fe, como personas que no tienen conocimiento del Señor. Es importante que como cristianos aceptemos que la ciencia bien ejercida, desarrollada dentro de sus márgenes, siempre será un aporte para el entendimiento del mundo material que Dios ha creado. Y si una interpretación bíblica parece ir en contra de un descubrimiento que la ciencia ha probado de manera irrefutable, es necesario que aceptemos con humildad, que nuestra interpretación bíblica puede estar influenciada, no por una fe piadosa, sino por una obstinación necia, o por el paradigma filosófico o científico que describía la realidad, antes de la llegada de éstos nuevos descubrimientos. Esto fue lo que vivió la sociedad europea del siglo XVI (y no sólo la iglesia cristiana, como se ha querido presentar), cuando en 1543 Nicolás Copérnico publicó su famosa obra sobre las revoluciones de las órbitas celestiales, en la que proponía que la tierra y los planetas orbitaban en torno al sol. No fue la autoridad de las Escrituras la que fue desafiada, sino el geocentrismo aristotélico, paradigma desde el cual interpretaban las Escrituras nuestros hermanos de aquel siglo (y de los siglos anteriores). Hoy en día muy pocos hermanos tendrían problemas en entender que la oración de Josué,[4] en la derrota de los amorreos, cuando ordenó al Sol detenerse en Gabaón, y a la Luna en el valle de Ajalón, responde a la petición de un hombre con la cosmología de su época, que necesitaba una cosa muy puntual, un día más largo para terminar de aniquilar a sus enemigos. Nadie se atrevería hoy a hacer apología del geocentrismo basados en esa porción de las Escrituras. Este es sólo un ejemplo de cómo el conocimiento científico nos ha ayudado a tener una idea más acabada del mundo material que nos rodea.

¿Dónde pues se genera esta tensión ciencia-fe, o conflicto ciencia-religión? – El principal conflicto que enfrenta la iglesia pentecostal (y cualquier iglesia cristiana que crea en la autoridad de las Escrituras) en su diálogo con la ciencia, no es con la ciencia en su conjunto, sino con un área muy específica de ella, y es la ciencia que busca dar respuestas a los orígenes del cosmos, de la vida, y de la diversidad de criaturas que habitan nuestro planeta, incluyendo al hombre, por supuesto. Esta tensión la puede comprender cualquiera que tenga un conocimiento teológico básico del relato del Génesis, y de su relevancia en el establecimiento de doctrinas fundamentales de la fe cristiana. Thomas Huxley, biólogo y antropólogo inglés, gran promotor y defensor del darwinismo en sus inicios, lo que le valió el apodo de “Darwin’s bulldog”, comenta respecto a Mateo 19:4-5, pasaje en el cual Jesús se refiere a la creación literal “al principio”, del “hombre y la mujer”: «Si en Génesis 2:24 (“Por tanto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer…”, versículo al cual se refiere Jesús en Mateo 19:4-5), no se reclama la autoridad divina, ¿cuál es el valor del lenguaje? Y nuevamente, pregunto, si uno puede conducirse con ligereza con la historia de la caída como un “tipo” o “alegoría”, ¿en qué se convierte el fundamento de la teología paulina?… Si Adán puede ser considerado como un personaje no mas real que Prometeo, y si la historia de la caída es meramente de “tipo instructiva”, comparable al mito de Prometeo, ¿qué valor tiene la dialéctica de Pablo?».[5]

Quiero dejar en claro, que entiendo perfectamente la preocupación de muchos hermanos, que ven las consecuencias lógicas que hay en quitarle al Génesis el valor histórico que le dio la iglesia primitiva, los escritores del nuevo testamento, y el mismo Jesús; tomando como referencia la cita de Huxley a Mateo 19:4-5. Entiendo la motivación que genera ministerios como “Answers in Genesis”, que giran en torno a la crítica, no a la ciencia en general, sino a lo que llamaré “la ciencia de los orígenes”, que se puede dividir en evolución cósmica, evolución química (acerca del origen de la vida), y evolución de las especies. Ahora bien – ¿Cuál es mi crítica a este tipo de ministerios? – Creo que deben separar la motivación teológica, que es completamente válida, de la crítica científica. Con esto no quiero decir, que no utilicemos nuestro lente cristiano a la hora de mirar críticamente una teoría científica, ya que no creo en el mito de la neutralidad ideológica o religiosa del científico, y creo que todo hombre que hace ciencia, especialmente en áreas tan complejas como son los orígenes, lo hace desde su cosmovisión. No existe evidencia científica cristiana o evidencia científica atea, sino que la evidencia es una, y es la interpretación de ésta, que pasa por el lente de nuestras cosmovisiones, la que hace la diferencia. Pero si vamos a hacer crítica científica, se debe realizar necesariamente, por honestidad intelectual, desde la excelencia académica, y no con caricaturas. Por eso necesitamos que de nuestras iglesias salgan hombres piadosos que amen las ciencias, se especialicen en ellas, y que desde sus campos de experticia enriquezcan el diálogo ciencia-religión.

¿Que es lo que he visto en mis años estudiando ciencias, respecto a este tema? – Una crítica de muy buen nivel académico, en lo que ha evolución química (origen de la vida) y evolución de las especies se refiere, por eso mi escepticismo con la evolución darwiniana, por ejemplo.[6] No así con la evolución cósmica, razón por la cual no tengo mayores reparos con la teoría del Big-Bang y la edad del universo. Quiero dejar muy en claro esto, no hay conflicto alguno en acercarnos a una teoría científica de manera crítica, siempre y cuando lo hagamos con las herramientas correctas, con la formación científica necesaria. Una teoría científica se robustece con la crítica. Según Karl Popper, el famoso filósofo-científico, una teoría no científica, no puede ser falseada, ya que no puede ser testeada de manera legítima. Por otro lado, y en contraste a lo anterior, mientras más riesgos tome una teoría científica, mientras más posibilidades reales de fallar tenga, y pase exitosamente estos controles, más confiable y sólida será. Es por esto, que la crítica académica a la teoría evolutiva darwiniana, por ejemplo, no debiese generar el revuelo que genera entre sus defensores, si es que lo que defienden es una teoría científica, donde el debate está permitido; o quizás lo que defienden es un dogma de fe, donde los “apostatas” deben ser resistidos.

Popper hace referencia a teorías, para él, no científicas, en los siguientes términos: «Encontré que aquellos de mis amigos que eran admiradores de Marx, Freud, y Adler, estaban impresionados por los puntos en común de esas teorías, y especialmente por su aparente poder explicativo. Esas teorías parecían ser capaces de explicar prácticamente todo lo que sucedía dentro de los campos a los que hacían referencia. El estudio de cualquiera de ellas parecía tener el efecto de una conversión intelectual o revelación, abriendo sus ojos a una nueva verdad, escondida para aquellos “que no han sido iniciados”. Una vez que sus ojos se abrieron de esta manera, vieron casos confirmados por todos lados; el mundo estaba lleno de verificaciones de la teoría».[7]

Este es un punto muy relevante, que se debe tener en cuenta en el diálogo ciencia-religión. Cuando encontramos una aparente tensión entre nuestra cosmovisión teista-cristiana, y la descripción científica de un fenómeno puntual. La pregunta crucial es: ¿Nos enfrentamos a un hecho probado de manera irrefutable por la ciencia, por ejemplo, la forma del planeta tierra y su ubicación en el universo, o nos enfrentamos a un paradigma que es promovido, dentro de la ciencia, por un dogmatismo irracional?

Es muy bueno que seamos autocríticos, y reconozcamos que en muchas ocasiones nuestro diálogo con la ciencia es desde el prejuicio y la caricaturización. Pero, de la misma manera, debemos aprender a reconocer el dogmatismo de algunos, que, desde el materialismo hacen un gran daño (y de manera intencional) al diálogo ciencia-religión, y no motivados por un “profundo compromiso con la integridad de las ciencias”, sino que cegados por su cosmovisión. Un claro ejemplo de ello es el famoso zoólogo y divulgador científico inglés, Richard Dawkins, que dice respecto a la evolución darwiniana: «La evolución es un hecho, y uno de los más importantes que conocemos. Negarlo sería un acto de barbarie digno de las épocas más oscuras».[8] Esto, parece más una declaración de fe, o la descripción de una teoría no científica, bajo la óptica popperiana.

Para terminar, permítanme este consejo: La mente crítica que está desarrollando esta generación, que le permite “quitarse el sombrero, y no la cabeza”, cuando van a sus iglesias (parafraseando a Chesterton), es necesario que también la lleven a sus universidades, cuando estudien ciencias, y hacerlo sin miedo, tanto para aceptar con humildad un nuevo descubrimiento científico, como también para reconocer cuando la cosmovisión materialista de un profesor, les esta llevando a aceptar cosas que la ciencia no ha dicho, o no ha comprobado.

*Editor de PP y Doctor en Química por la Universidad Johns Hopkins, EEUU.

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Referencias

[1]. Salmo 19:1, Romanos 1:20.

[2]. Alister E. McGrath, “A Fine-tuned Universe: The Quest for God in Science and Theology”, Westminster John Knox Press, 2009.

[3]. How Beauty Is Making Scientists Rethink Evolution.

https://www.nytimes.com/2019/01/09/magazine/beauty-evolution-animal.html

[4]. Josué 10.

[5]. Thomas H. Huxley, “Science and Hebrew Tradition. Essays”, D. Appleton and Company, New York, 1897, pp. 235-236.

[6]. D. J. Depew, B. H. Weber, “The Fate of Darwinism: Evolution After the Modern Synthesis”, Biol. Theory 2011, 6, 89-102; J. H. Schwartz, I. Tattersall, «Defining the genus Homo«, Science 2015, 349, 931-932; M. Blute, “Three Modes of Evolution by Natural Selection and Drift: A New or an Extended Evolutionary Synthesis?”, Biol. Theory 2017, 12, 67-71; W. F. Basener, J. C. Sanford, “The fundamental theorem of natural selection with mutations”, J. Math. Biol. 2018, 76,1589-1622.

[7]. Karl R. Popper, “Conjectures and Refutations: The Growth of Scientific Knowledge”, Routledge & K. Paul, London, 1963.

[8]. http://www.avonvac.com/dawkins.html. Referencias similares pueden ser encontradas en el siguiente artículo: https://www.richarddawkins.net/2015/11/is-it-a-theory-is-it-a-law-no-its-a-fact/