Por Israel Miranda Salazar*

¿Por qué proponer una “reforma” a los estudios e investigación pentecostal, cuál sería la razón? La razón es muy sencilla: el estudio del pentecostalismo latinoamericano no ha podido soltar las amarras de la investigación sociológica y su lectura desde afuera.

El pentecostalismo es uno de los movimientos religiosos que despierta mayor interés en el mundo académico por diversos motivos. Los diferentes tipos de ciencias nos desafían a observar el crecimiento y expansión de su fe y la proliferación de estos “pentecostalismos” como grupos religiosos,  que son llamativos por su diversidad, adaptación y amalgamas que produce en cada nueva realidad y grupo social.

El pentecostalismo no solo llama la atención desde la perspectiva  de las ciencias sociales ya sea  la psicología, sociología, antropología, sino también desde las ciencias bíblicas, las ciencias teológicas y la historia.

Evidentemente, el pentecostalismo es un factor social, político e histórico que forma parte importante de la fisonomía compleja que representa la evolución y entendimiento de Latinoamérica. No podemos ignorar que el pentecostalismo es una fuerza de transformación espiritual, ética, social, política y cultural que desafía a los mismos pentecostales a asumir un papel más activo, participativo y decisivo en la sociedad latinoamericana actual.

  1. La investigación del pentecostalismo en Latinoamérica.

Desde su inicio, los estudios e investigaciones del pentecostalismo latinoamericano fueron no una aproximación teológica al movimiento religioso, sino una perspectiva foránea y desde las ciencias sociales, que de alguna manera ha trazado una ruta a la investigación pentecostal. Así es como lo afirma Daniel Chiquete diciendo: “El pentecostalismo es tal vez el movimiento religioso latinoamericano que más ha padecido la influencia de modelos y contenidos ajenos”. [1]

En una fase primaria sobre el estudio del pentecostalismo latinoamericano que en forma subjetiva diría que va desde fines de la década del 60’ hasta mediados de los 90’, encontramos a Lalive D’Epinay y Emilio Willems, quienes plantean que el pentecostalismo adquiere relevancia en medio de una transición desde una sociedad tradicional y autoritaria, hacia una sociedad urbana, moderna y democrática. Es por ello que, para las masas desorientadas y sin sentido de pertenencia, el pentecostalismo se presenta como una comunidad de refugio. D’Epinay y Willems en sus escritos definirán las grandes líneas temáticas que hasta hoy inspiran el debate sobre el pentecostalismo latinoamericano como un problema sociológico, lineamientos que siguieron otros autores en el futuro como Martin, Stoll y Bastian entre otros. Todos estos investigadores y autores tienen una lectura del pentecostalismo desde afuera y sociológica.

Walter Hollenweger, uno de los mayores investigadores y estudiosos del pentecostalismo, se ubica en esta etapa primaria de los análisis del pentecostalismo latinoamericano. Su investigación es un tremendo aporte para el entendimiento e identidad de los pentecostalismos latinoamericanos, sin embargo, no lo hace desde un presupuesto teológico, sino más bien desde una perspectiva histórica. Aunque él reconoce haber sido pentecostal, su investigación y observación la hace desde una plataforma evangélica pero no pentecostal, es decir que su lectura del pentecostalismo es desde afuera.

Una siguiente fase de las investigaciones surge cuando los estudiosos pentecostales comienzan a producir escritos para integrarse al diálogo y debate sobre la pentecostalidad latinoamericana: su origen, fundamentos e historia. En este periodo surgen los escritos de Carmelo Álvarez, Bernardo Campos, Juan Sepúlveda y otros. Todos estos estudios pentecostales hacen sus aportes desde el campo de las ciencias sociales e históricas. Siguiendo algunas pautas y citas recurrentes a las investigaciones de sus antecesores y aparentemente con una agenda foránea. Al mencionar que tienen una agenda foránea lo hago desde la perspectiva que en Latinoamérica quienes proponían los diálogos interreligiosos era el CLAI y el CMI, y quienes proponían una eclesiología y misionologia mas liberacionista era la FTL e ISAL.

Estos mismos autores son los que integran o acomodan al discurso pentecostal dos conceptos que evidentemente no surgen desde el corazón y la comunidad pentecostal, como lo son el “ecumenismo” y la “teología de la liberación”.  Sin embargo, los mismos estudiosos pentecostales perciben que la misma estructura y característica del pentecostalismo es campo fértil para el diálogo ecuménico y la hermenéutica de la teología de la liberación que le da una plataforma para la eclesiología, misión y teología pentecostal. Siguiendo esta temática, surgen los escritos de los pentecostales E. Villafañe, D. López, R. Gondin y D. Chiquete. Autores que no escriben “sobre” o “del” pentecostalismo, sino que escriben “desde” el pentecostalismo esforzándose en describir lo que es y hace el pentecostalismo y no del “ser” pentecostal.

En una reciente fase de los estudios pentecostales  aparece en la escena latinoamericana la RELEP (Red latinoamericana de estudios pentecostales) formada institucionalmente desde 1999, en México. Se entiende así misma como una respuesta pentecostal desde la teología pero en diálogo con las ciencias sociales.  Por ello, RELEP pretende ser un espacio de producción teológica,  y lo hace en diálogo “interdisciplinario” con todas las ciencias.[2]

Al examinar los trabajos de RELEP, nos surgen las preguntas básicas por ejemplo: ¿desde qué perspectiva escribe? ¿Cuál es su público? ¿Con quién dialoga? ¿Cuál es su debate?

Pareciera ser que RELEP quiere ser un actor principal en las investigaciones sobre el pentecostalimo global y particularmente desde el latinoamericano. Pretende  hacerlo con una perspectiva “desde adentro”, sin embargo su acercamiento sigue siendo desde la sociología, y no desde la teología, lo mira aun como un “problema o fenómeno social y  no religioso – teológico”.  Examinando dos producciones de RELEP (voces del pentecostalismo latinoamericano II y III) Ambos tienen diez artículos en cada producción, en ambos solo dos o tres artículos están dedicados o enfocados desde una perspectiva bíblica- teológica.

La mayoría de los artículos producidos en los escritos de RELEP y los escritores pentecostales emergentes hacen una interpretación histórica y sociológica sobre los pentecostalismos latinoamericanos. Existe la mínima excepción de algunos escritos y artículos de autores que están proponiendo una lectura teológica de la experiencia y el saber pentecostal, como por ejemplo: Daniel Chiquete quien propone una pneumatologia pentecostal a partir del libro de Gálatas[3].

Otro autor es Juan Sepúlveda, que trata de presentar una propuesta que parta de las raíces bíblicas y ayude en el proceso de sistematizar la experiencia pentecostal latinoamericana. Hace  énfasis en una cristología pentecostal. Sostiene que aún teniendo en cuenta razones sociológicas, psicológicas y pastorales válidas, no se entenderá el pentecostalismo si se prescinde de las razones teológicas en las que se apoya: el ofrecimiento de una intensa experiencia nueva de encuentro con Jesucristo (como una experiencia fundante), descripta como nuevo nacimiento, conversión y cambio de vida.[4]

  1. Los desafíos teóricos principales para la investigación pentecostal nueva.

Las nuevas pautas para la investigación pentecostal deberían partir desde una lectura y mirada desde adentro, es decir desde el “ser” pentecostal, pues la mayoría de los estudios hablan “sobre” el pentecostalismo o “del” pentecostalismo y no “desde” el pentecostalismo.

  1. Desde las ciencias sociales el pentecostalismo se ha estudiado como el fenómeno de la movilidad de las masas y la búsqueda de pertenencia de ellas, estereotipando a los pentecostalismos con ciertas taxonomías que supuestamente lo definen. Sin embargo, el pentecostalismo es más que una religión popular, es más que una fe para gente inculta, sin estabilidad emocional y carentes (pobres). El pentecostalismo es más que una liturgia y ciertos ritos, es más que una experiencia individual y corporativa. El pentecostalismo es mucho más que una experiencia espiritual. Por lo tanto la investigación sociológica debería ser más cualitativa que cuantitativa.
  1. Desde las ciencias teológicas, no debemos limitarnos a decir que el pentecostalismo no tiene teología y que es solamente una “religión”  como dice Chiquete: “el pentecostalismo latinoamericano ha sido y es mas una ‘religión’ que una teología”. [5]

La nueva investigación debe partir desde el entendimiento del ser pentecostal, reconociéndole no solo como una expresión de fe, religiosa y espiritual. Sino como una teología, que tiene su formas, lógicas y metodología de conocer y saber del ser de Dios y su  obra.

La teología pentecostal no es meramente una cuestión pneumatologica, que se limita a los temas “clásicos” como el bautismo en el Espíritu Santo, los dones espirituales, los que son centrales en la fe pentecostal, sino que estas experiencias con el Espíritu son significativas en la vida de los creyentes, alcanzando un mayor desarrollo personal, compromiso con su comunidad y guiando la interpretación de las Escrituras.

La teología pentecostal no es solamente pneumatologica como lo diría Donal W Dayton en su libro Raíces teológicas del pentecostalismo, donde queda claro que la proclamación pentecostal es totalmente cristológica, predicando del Cristo salvador, sanador, bautizado y que ha de venir.[6]

Es notable que así como en Latinoamérica tenemos diferentes cristos o formas de ver al Cristo, el pentecostalismo tiene en Cristo su experiencia objetiva o comunitaria, que en palabras del historiador Juan Sepúlveda sería la experiencia fundante del pentecostalismo que da plataforma para construir y entender la teología la pentecostal.

Ahora bien, el pentecostalismo tiene su origen en las tradiciones evangélicas ya sean esta metodistas o bautistas, es por ello que el pentecostalismo tiene una apego irrestricto a las Escrituras, caracterizándolas usualmente de modo fundamentalista, casi siempre identificándose en el pentecostalismo una interpretación “literal” de las Escrituras. Por lo tanto una de las pautas a explorar desde el pentecostalismo es realizar una exegesis y hermenéutica que sea fiel a la historicidad del texto y desde allí proponer una teológica bíblica.

  1. Desde la historia, el pentecostalismo no debe ser reducido a un estudio de su origen céntrico, como sostienen los pentecostales clásicos, que afirman que el pentecostalismo nació con el avivamiento de Azusa. Ni tampoco a las nuevas teorías de los centros múltiples para el origen del pentecostalismo, ya sea en Mukti (india), Gales, Valparaíso, Corea, todos estos avivamientos que son contemporáneos y que ocurren casi al mismo tiempo. Estas dos ideas son reduccionistas a la hora de pensar en el pentecostalismo y su historia, cuando el movimiento carismático y la pentecostalidad son claramente trasversales a toda la historia de la iglesia como lo sostiene Bernardo Campos. Esta pentecostalidad o fuerza y vida del Espíritu siempre ha estado presente en la misión y razón de la Iglesia, mostrando una comunidad que vive una espiritualidad dinámica y transformadora.

Ahora se requiere ver la historia de la pentecostalidad con un lente nuevo que no se reduzca a un grupo determinado o que este normado a ciertas características. El Espíritu de Dios sigue moviéndose en las aguas, como en el principio. El caos actual vera el mover del Espíritu de Dios, el caos no detiene a Dios.

Conclusión.

El pentecostalismo no solamente es un movimiento espiritual como algunos asumen, sino una fe comprometida con un ideal político, con una razón social y con una teología.

El pentecostalismo no solo tiene una liturgia diversa y dinámica, sino que su forma de hacer iglesia y misión es polifacética, podemos encontrar pentecostalismos con claros énfasis sociales y otros que se oponen a este tipo de misión por considerarla socialista.

El pentecostalismo desde sus comunidades de bases no se entiende a sí mismo ecuménico, sino que es más bien sectario respecto en creencia y prácticas, sin embargo sus estudiosos le han adaptado ese énfasis en su discurso.

El nuevo estudio del pentecostalismo debe hacerse desde una metodología interdisciplinaria y cualitativa, desprendiéndose de las lecturas foráneas. Por ello, los que somos pentecostales latinoamericanos debemos aprender a dialogar y participar en los debates académicos, donde puedan surgir las nuevas formas de hacer iglesia, misión y teología pentecostal.

Los nuevos estudios y aproximaciones al pentecostalismo debemos hacerlos desde el “ser” pentecostal, y no diluirnos al solamente tratar de describir nuestra herencia del Espíritu, quedándonos como simples “opinólogos” de la fe pentecostal abordando nuestra historia, teología y práctica solo “desde y sobre” el pentecostalismo.

*Magister en Teología. Pastor de la Iglesia de Dios (Cleveland), Ñuñoa, Chile. Director del Seminario Teológico Ministerial (SETEMIN).

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Notas

[1] Daniel Chiquete. Haciendo camino al andar. San José, Costa Rica. 2007. Pp.28.

[2] http://www.RELEP.org/index.php?option=com_content&task=view&id=15&Itemid=48

[3] Daniel Chiquete. Escritos a tiempo y fuera de tiempo. Chile. Ceep. 2008. Pp. 45.

[4] http://www.RELEP.org/index.php?option=com_content&task=view&id=20&Itemid=38&limit=1&limitstart=1

[5] Daniel Chiquete. Haciendo camino al andar. San José, Costa Rica. 2007. Pp.29.

[6] Donal W Dayton.  Raíces teológicas del pentecostalismo. Nueva creación. Buenos Aires. 1991.