Por Benjamín Almendras Espinoza*

 

Por estos días, diferentes medios de comunicación han mostrado con cierto aire de morbo la situación que vive el obispo Eduardo Durán Castro de la Catedral Evangélica Jotabeche. Su patrimonio, la forma en que lo adquirió, el monto que recibe por concepto de diezmos, sus cuentas bancarias y hasta sus relaciones extra maritales.

Es de imaginar que esta situación debe tener muy acongojados a los miembros de dicha congregación, conocidos en el mundo evangélico como “jotabechinos”. No debe ser fácil por estos días que tu familia no creyente, tus compañeros de trabajo o tus amistades en general, te pregunten “¿tú eres de los que va a esa iglesia?”, “¿Y pagas el diezmo también?”

Por otro lado, noto en el ambiente evangélico un cierto desdén por la situación, como que por lo vergonzoso que se ve, todos quieren tomar cierta distancia del tema o al menos dejar claro que no pertenecen a esa iglesia, o dejaron de pertenecer hace mucho tiempo, o que la iglesia a la que asisten no es de corte pentecostal, o tiene un sistema de administración más transparente que impide verse envuelto en un escándalo como el que vemos por estos días.

Estas últimas actitudes no dejan de tener un sesgo peyorativo hacia los hermanos jotabechinos, como si de alguna manera dijéramos: “Gracias, Señor, porque mi iglesia no es como Jotabeche”, parafraseando la parábola del fariseo y el publicano. Es en este tipo de actitudes donde quisiera ahondar mi análisis, para lo cual quisiera plantearte las siguientes preguntas:

¿Sabes cuánto dinero gana el obispo o líder de tu denominación?

¿Sabes cuánto dinero gana tu pastor local?

¿Cuál es la situación previsional de tu pastor?

¿Qué sustento económico tendría la cónyuge de tu pastor si llegara a quedar viuda?

Si respondiste a estas preguntas con un “No sé”, “No lo tengo muy claro”, “No me interesa”, “Hay otras personas en la iglesia encargadas del tema”, “Yo no miro al hombre, miro sólo a Cristo”, “A la Iglesia yo voy a alabar a Dios, no a preocuparme de esas cosas”; entonces déjame decirte que tú también eres parte del problema, que no estás muy lejos de que esto pase en tu Iglesia, y que, en alguna medida, serías cómplice de ello. Porque es exactamente como hubieran respondido la mayoría de los jotabechinos, no ligados al liderazgo, antes de que se conociera este escándalo. Puede ser que tu iglesia no tenga la misma cantidad de miembros que Jotabeche, ni maneje las mismas cantidades de dinero, ni tenga la misma exposición mediática, pero, aparte de eso, tal vez no sea mucha la diferencia.

Efectivamente, la iglesia ubicada originalmente en calle Jotabeche N° 40 es el seno de muchas otras iglesias pentecostales a través del país, ya sea que pertenezcan o no al actual circuito catedral, a alguna de las otras iglesias metodistas pentecostales (pública o privada) o a una de las tantas divisiones que se han originado a partir de ellas en más de cien años de historia pentecostal en Chile. Incluso, me atrevería a decir, que dicho impacto alcanzó también a otras denominaciones no pentecostales, ya que de una u otra forma se vieron obligadas a tomar posición respecto a las manifestaciones del Espíritu Santo que tanto impactaron, sobre todo, durante la primera mitad del siglo XX.

Pero, así como Roma no se hizo en un día, Jotabeche tampoco; y el actual sistema de administración financiera que tanto se critica hoy, no lo inventó Eduardo Durán Castro cuando asumió el pastorado de Jotabeche (primero) ni cuando se proclamó obispo de su nueva denominación (después), sino que es el producto de una larga evolución histórica que data desde los propios inicios del pentecostalismo en Chile, desde las luchas de poder entre los pastores Umaña y Hoover, la expulsión de éste, que luego formaría la Iglesia Evangélica Pentecostal, y la proclamación de aquel como primer obispo pentecostal de Chile.

En julio de 1928, en el N° 7 de la Revista “Fuego de Pentecostés” (en ese entonces, órgano oficial de la Iglesia Metodista Pentecostal de Chile) el pastor Willis Hoover, escribía:

“El pastor es tal por la invitación y nombramiento de un cuerpo que se llama Junta de Oficiales, que tienen a su cargo todos los asuntos materiales de la iglesia, en particular, todas las finanzas. Estos perciben todos los dineros que entran en la iglesia y pagan al pastor un sueldo que ellos mismos fijan. Estos también secundan eficazmente la obra espiritual de la Iglesia.”

Aquí la pregunta que cabe hacerse es: ¿En qué momento la administración derivó al estilo “patrón de fundo” donde el pastor es amo y señor de la iglesia y donde los diezmos pasan íntegramente a su bolsillo?

Pues bien, recordemos que en sus inicios el pentecostalismo tuvo varias divisiones no pacíficas, con fuertes luchas de poder y de egos. Tal vez la más grande sea la que se dio en los años ’30 entre Manuel Umaña Salinas y Willis Hoover, que llevó a este último a formar la Iglesia Evangélica Pentecostal. Pero no es la única, también tenemos la salida de los hermanos Ríos, fundadores del Coro Instrumental, que luego fundaron la Iglesia Ejército Evangélico de Chile; la formación de la Iglesia Asociación Metodista Pentecostal, por el pastor José Mateluna; posteriormente, la formación en Curicó de la Iglesia Pentecostal de Chile, en 1947; entre otras.

A quienes hemos sido metodistas pentecostales, nos han contado la versión de que dichas divisiones se produjeron por la rebeldía, envidia, ansias de poder y espíritu divisivo de quienes encabezaron estas escisiones, y que nuestra iglesia es la que se ha mantenido “fiel a la sana doctrina”; pero si uno indaga la otra versión de los hechos, encontrará que casi todas las divisiones tenían como lugar común el autoritarismo de Manuel Umaña Salinas, el exceso de atribuciones que iba acumulando, y la decepción que generaba el alejarse de los principios iniciales en cuanto a la administración.

A la muerte de Umaña, producida en 1964, le sucede en el obispado el pastor de la Iglesia de Temuco, Mamerto Mancilla Tapia, y como pastor de Jotabeche, Javier Vásquez Valencia.

Digamos las cosas como son: a los jotabechinos nunca les simpatizó la idea de que su iglesia local pasara de estar gobernada por un obispo, a ser administrada por un simple pastor, el cual dependía a su vez del nuevo obispo, que ni siquiera era santiaguino, sino sureño. El mismo Javier Vásquez contaría años después cómo pasó a llevar la autoridad del obispo Mancilla, cuando en 1974 le ofrecieron hacer el primer Tedeum Evangélico en su iglesia.

Así fue como a inicios del régimen de Pinochet, se inició esta “tradición” de efectuar anualmente un Tedeum Evangélico televisado que “compitiera” con el Tedeum Ecuménico realizado en la Catedral Metropolitana, donde más de una vez el gobierno se llevó una reprimenda o alusión al tema de las violaciones a los DD.HH. Pinochet quería demostrarle a la Iglesia Católica que ella no tenía el monopolio de la fe en Chile, que había otras expresiones religiosas que no compartían su visión crítica. Fue en esa época que se produjo también el conocido “portalazo”, documento firmado por líderes de diversas iglesias evangélicas, en el que defendían al gobierno de las acusaciones que se le hacían por violaciones a los DD.HH.

A partir de ese momento, los evangélicos sintieron que “les subió el pelo”. De ser los más menospreciados de la sociedad, pasaron a codearse con las principales autoridades del país. De no haber tenido ni a un concejal presente en alguno de sus cultos, ahora recibían al Presidente de la República, sus ministros, la Junta de Gobierno en pleno, y demás autoridades. Ese típico complejo de inferioridad que ha caracterizado a los evangélicos en Chile, fue disfrazándose poco a poco con arrogancia. Mientras que Jotabeche se alzó como el principal templo evangélico de Chile, y su membresía fue respetada como tal.

Muchos han criticado este apoyo político desde una perspectiva ideológica, pero la verdad es que no creo que esto haya obedecido a una afinidad política con el régimen (independiente de si la hubo o no). Más bien obedeció al deseo de obtener prebendas y ser tomados en cuenta. Pinochet fue hábil al detectar ese punto débil de los evangélicos y supo sacarle provecho para su beneficio; sumado a la inexperiencia de la mayoría de los pastores en temas políticos o en el trato con políticos.

Pero esta actitud servil con la autoridad de parte de los líderes evangélicos, tampoco nació con el portalazo, sino que hunde sus raíces en el surgimiento del movimiento pentecostal. Como ya expliqué en un artículo anterior donde de la situación de los hijos de los pastores, citando al sociólogo suizo Christian Lalive d’Pinay, en su libro “El refugio de las masas”, escrito en la década de los ‘60, explica el crecimiento de los evangélicos en Chile, en la primera mitad del siglo XX, el campesino que emigraba del campo a la ciudad, encontró en las iglesias pentecostales una estructura de poder similar a la que había vivido en la hacienda, donde el pastor pasaba a ocupar el rol paternal del patrón de fundo.

Esta situación, sumada al sistema de gobierno episcopal, heredado del metodismo, explica la forma autoritaria de gobierno que suele darse en la mayoría de las iglesias pentecostales, especialmente en las más antiguas. Y aquí quiero destacar que, por lo ya dicho, no podemos echarle toda la culpa al sistema episcopal, ya que si tomamos como ejemplo a iglesias como la anglicana o la metodista, que tienen este sistema de gobierno, veremos que entre ellos no se conocen muchos escándalos por autoritarismo, falta de transparencia en el manejo de los fondos o excesiva acumulación de dinero y bienes por parte de sus líderes.

El problema se da en el mundo pentecostal y, particularmente, en el “pentecostalismo endógeno”, es decir, en el nacido en Chile a partir del Avivamiento de 1909, porque es el movimiento que recoge de mejor manera el sentir de la población marginal del Chile de principios del siglo XX, formado por campesinos, muchos de ellos analfabetos, que venían emigrando a las ciudades, trayendo consigo su mentalidad, carácter, costumbres y cultura aprendidas en la hacienda con el patrón. Por eso no es de extrañar que al sistema de gobierno episcopal, heredado del metodismo y el anglicanismo, le hayan ido poniendo “de su cosecha” con los años.

Sin ir más lejos, de niño recuerdo que a las conferencias debían asistir todos los pastores con sus esposas y un hermano “delegado” por cada iglesia local. En un principio, la idea era que estos hermanos estuvieran presentes durante el desarrollo de la conferencia, oyeran las intervenciones de los pastores, presenciaran las votaciones e informaran a sus respectivas congregaciones lo que habían presenciado; si bien no tenían derecho a voz ni voto, al menos eran representantes de la hermandad presentes durante las deliberaciones, y los pastores tenían conciencia de que lo que hablaran y votaran no lo hacían de espaldas a los hermanos sino en presencia de estos “delegados”. Posteriormente, en tiempos del obispo Vásquez, de a poco se les fue negando a los delegados participar en las sesiones de los pastores, y se les (nos) envió a un local a parte a contar testimonios, experiencias y recibir adoctrinamento acerca de cómo ser mayordomos fieles y leales a la obra y a nuestros pastores. Finalmente, se suprimió la figura del delegado y comenzó a implantarse una estricta reserva de lo que se hablaba en las sesiones de pastores, al punto que los porteros y los pasilleros, no eran simples hermanos sino los pastores más nuevos, todo ello, con el fin de que nadie que no fuera pastor se enterara de lo que allí se trataba.

Muchos se preguntarán si alguna vez alguien se atrevió a cuestionar la administración cada vez más centralizada del obispo. Ya hablamos de aquellos pastores como Hoover, Mateluna, Chavez y tantos otros, cuyas objeciones provocaron divisiones al interior de la iglesia. Más recientemente podemos ver otros casos, como cuando se construyó la Catedral Evangélica de Maipú, administrada por un hijo del obispo Vásquez, sin que se diera cuenta del origen de los dineros con que se financió la obra. Esa vez, la conferencia obligó a pedir disculpas al obispo a los pastores que cuestionaron la falta de transparencia.

Por esos años, ya se cuestionaba el hecho de que el circuito catedral era demasiado grande para ser administrado por un solo pastor, y que se hacía cada vez más necesario dividirlo, poniendo pastores en las clases más grandes. En ese entonces, los mismos jotabechinos que hoy se escandalizan porque su obispo gana treinta millones de pesos en diezmos, en esa oportunidad, se opusieron tenazmente a la división del circuito: “Nosotros queremos seguir perteneciendo a la catedral y ser administrados por mi obispo, no queremos tener un pastor local”; sumado a eso, acusaron de “envidiosos” a los pastores que querían achicar el circuito jotabeche para que el dinero de los diezmos no fuera a parar a un solo bolsillo. ¿Les suena conocido el argumento? Ahora bien, ¿pueden calcular cuánto ganaba entonces el obispo Vásquez, reajustado a moneda actual, por concepto de diezmos, considerando que en esa época había mucha más membresía? ¿Por qué los jotabechinos de ese tiempo no se hicieron el mismo cuestionamiento que ahora se hacen cuando se enteran que Durán gana treinta millones por este concepto? El problema es que pertenecer a una congregación tan numerosa como la Catedral Evangélica otorgaba estatus, tú no perteneces a cualquier iglesia, perteneces a la más numerosa de Chile, y en nuestra cultura, tendemos a medir el éxito por los números, lo que en el mundo evangélico significa “tener la bendición de Dios”, y eso otorga una seguridad que permite hasta mirar por sobre el hombro a las iglesias más pequeñas.

Me pregunto: ¿cuántos hermanos de la catedral han tenido la oportunidad de invitar a su pastor a su casa, que conozca a sus hijos, que lo visite en la enfermedad, que lo acompañe en la muerte de un familiar o poder acudir a él personalmente para pedirle un consejo en una situación difícil? Si la respuesta es que muy pocos hermanos han tenido ese privilegio porque la iglesia es tan grande que el pastor no puede otorgar ese grado de atención a todos los miembros, entonces déjame decirte que no están siendo pastoreados, porque esa es la relación normal que debiera tener un miembro de una iglesia con su pastor. Pero pareciera que eso a muchos no les importa, con tal de tener el orgullo de pertenecer a la congregación más numerosa de Chile.

Con la muerte de Vásquez, en el año 2003, le sucede en el obispado el pastor Bernardo Cartes Venegas, de la Iglesia de Cauquenes, mientras que en el pastorado de Jotabeche es nombrado el hermano Eduardo Durán Castro. Es aquí donde vuelven a producirse los problemas que ya se habían visto a la muerte del obispo Umaña, ya que el orgullo jotabechino se sintió herido al ver cómo un provinciano era nombrado obispo, mientras ellos eran administrados por un simple “pastor probando”. Tres años después, el pastor Durán pidió ser ascendido de probando a presbítero, saltándose el grado de diácono, con el fin de ser elegible para obispo en las próximas elecciones, entonces comenzó a producirse el cisma al interior de la Iglesia Metodista Pentecostal de Chile. “Toda catedral debe tener un obispo”, reclamaban algunos hermanos jotabechinos; y como la administración de Cartes no le concedió su petición, entonces se unió a Roberto López (que luego de perder la elección de obispo quedó como vicepresidente) para retomar la personalidad jurídica de derecho privado (que había quedado en desuso luego de obtenerse la de derecho público) y separarse de la administración de Bernardo Cartes, con el beneplácito de la mayoría de los jotabechinos. En ese tiempo, ya se sabía que Roberto López había sido miembro de la CNI, ya en vísperas de la elección del sucesor de Vásquez circularon numerosos panfletos dirigidos a los pastores donde hacían ver esta situación, tratando de impedir su elección. Por eso resulta extraño que recién el año 2011 Durán haya usado este argumento como excusa para separarse de López, justo cuando esa administración le negó ser candidato a obispo por los problemas conyugales que hoy son conocidos por todos. En esa oportunidad, la prensa jugó a favor de Durán, ya que le parecía impresentable que un ex CNI fuera obispo evangélico.

Y así es como llegamos a la “Primera Iglesia Metodista Pentecostal de Chile”, que en un principio iba a llamarse “Catedral Evangélica de Chile Jotabeche Cuarenta Metodista Pentecostal”, siendo la tercera IMP después de la de derecho público y la de derecho privado, pero para soslayar ese detalle, decidieron ponerse “Primera Iglesia”, arrogándose el título por haber sido allí donde nació metodismo pentecostal chileno, cosa que tampoco es cierta, pero eso ya es otro tema. Sin embargo, me llama la atención que poca gente repare en este detalle, que Durán hace tiempo que dejó de ser metodista pentecostal, formó su propia denominación, y se llevó consigo a la catedral con su membresía. Ni siquiera sus más enconados detractores, fuera del mundo IMP, le cuestionan ese detalle. Y es así como hasta el día de hoy Jotabeche se presenta como la cabeza de todas las iglesias metodistas pentecostales de Chile, como si tuviera algún ascendiente sobre la IMP de derecho público o la de derecho privado, influencia que ha usado, por ejemplo, para hacer lobby y obtener la declaración de su templo como patrimonio histórico, así como recursos fiscales (ahora inciertos) para remodelar la catedral.

Si eres miembro de Jotabeche y estás acongojado por la situación que vive tu iglesia, quisiera hacerte unas preguntas muy honestas:

¿Te dio pena cuando tu iglesia se separó de la IMP de derecho público, sabiendo que con la administración del obispo Cartes se iban muchas iglesias metodistas pentecostales?

¿Te dio pena cuando tu iglesia se separó de la IMP de derecho privado, sabiendo que con la administración del obispo López se iban otras tantas iglesias metodistas pentecostales?

¿O sólo te dio pena ahora que es tu congregación la que se divide?

Piensa que tanto en una como en la otra hay hermanos metodistas pentecostales que aún hoy les duele estar separados de la Catedral, ¿compartes el mismo dolor que ellos?

¿Te duele que en el pasado se hayan usado métodos violentos para imponer la voluntad del obispo o te duele solamente ahora que tú eres el disidente?

Hace poco, en un estudio bíblico, el obispo Durán decía que sus detractores dentro de Jotabeche tenían un espíritu divisivo; pero pareciera que no ha sopesado que es él quien ha tenido ese espíritu con las otras iglesias metodistas pentecostales, hoy administradas por los obispos Cartes y Salfate, respectivamente.

Pareciera que el obispo Durán tampoco ha sopesado que la gente hoy tiene una mentalidad muy distinta a la del campesino analfabeto que llegó a la ciudad a trabajar como obrero, cargador de feria, zapatero o albañil; hoy, la iglesia está conformada por los hijos o nietos de esos antiguos pentecostales, y que tuvieron acceso a una mejor educación, la cual, no sólo les sirve para tener un ingreso que les permita adquirir bienes y servicios que sus padres o abuelos no tuvieron, sino que también les ha permitido desarrollar un pensamiento crítico. Tal vez en la época del obispo Vásquez, la mayoría de los hermanos no se hubiera escandalizado si éste dice que necesita un avión para movilizarse dentro del país. Tal vez quede algún hermano antiguo con mentalidad de inquilino que aún piense que eso es lo mejor para su “patrón”, pero la mayoría de los más jóvenes tiene otra mentalidad y ve las cosas de otro modo.

Este cambio de mentalidad pareciera que tampoco es advertido por las otras iglesias metodistas pentecostales que mantienen, en términos generales, el mismo sistema de administración de Jotabeche, con la diferencia obvia de que ellos no tienen una congregación tan gigantesca que permita acumular treinta millones en diezmos para un solo pastor; así como tampoco tienen la exposición mediática que tienen Durán y la Catedral; pero mantienen el mismo sistema de gobierno “a lo patrón de fundo”, con un centralismo exacerbado que no permite a la congregación participar en la toma de decisiones, donde la figura del delegado en la conferencia no existe y las decisiones se toman a espaldas de la hermandad, los pastores locales reciben directamente los diezmos, toma decisiones solo y nombra a la junta de oficiales de acuerdo al grado de lealtad que tengan a él, sin que la congregación pueda intervenir en su nombramiento. Esto ha ocasionado luchas no menores, por ejemplo, cuando fallece un pastor y es necesario nombrar al sucesor, generalmente se produce una disputa entre la administración central y la congregación local, porque aquella quiere imponer su voluntad, mientras ésta quiere ser oída. ¿Todavía crees que esto no afectará a tu iglesia porque ya no está unida a Jotabeche?

Por lo tanto, lo que está en juego, no es solamente la salida de Eduardo Durán y determinar quién será su sucesor en el liderazgo de la Catedral. No se trata de cambiar hombre por hombre, o a un patrón de fundo por otro; sino que estamos en presencia del colapso de un sistema de administración que no está basado en la Biblia sino en la idiosincrasia de un Chile que ya no existe, y tal como dice en Señor en la Escritura: “El cielo y la tierra pasarán, más mis palabras no pasarán” (Mateo 24:35; Marcos 13:31; Lucas 21:33). Que de una vez por todas se tome en cuenta lo que la Palabra de Dios ordena en 1ra. Pedro 5 a los ancianos:“Apacentad la grey de Dios no por fuerza, sino voluntariamente, no como teniendo señorío sobre los que están bajo su cuidado. Así como en Mateo 20:25-28: “Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad. Más entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo; como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos.” Se debe bajar de ese pedestal de superioridad en que se pone a los pastores, y que a veces alcanza también a sus familias, convirtiéndolas en pequeñas “monarquías pastorales”, donde la sucesión no pocas veces se ha convertido en una verdadera “dinastía pastoral”.

Esta mentalidad, ha influenciado no sólo a las iglesias metodistas pentecostales, sino también a casi todo el pentecostalismo endógeno, porque proviene de la misma raigambre cultural, con la misma mentalidad y la misma gente, y creo que para ellos también debería ir esta reflexión en torno a lo que está pasando con Jotabeche, su liderazgo y sistema administrativo. Obviamente, daría para largo, y ameritaría una investigación mucho más exhaustiva indagar en cada denominación pentecostal, caso a caso, cómo esta mentalidad ha afectado, pero creo que cada pentecostal debería reflexionar acerca de la realidad que vive en su iglesia local.

Resulta admirable que el movimiento pentecostal haya logrado contextualizar el evangelio a las clases más desposeídas. En una época en que la dominante iglesia católica era elitista y las misas se cantaban en latín, fue el pentecostalismo el que consiguió predicar el evangelio de una manera sencilla y práctica que resultara relevante para las clases menos preparadas. Pero fue esa contextualización la que creó una confusión entre el Evangelio y el contexto cultural en que se predicaba, para terminar enseñando costumbres culturales y no el Evangelio mismo. Si hoy le preguntamos a cualquier persona ajena al mundo evangélico: ¿Qué es lo que los evangélicos enseñan? Muy probablemente dirían: no fumar, no consumir alcohol, no asistir a bailes, no decir malas palabras, ser honesto, y más recientemente, oponerse al aborto y al matrimonio homosexual. Pero muy poca gente dirá que el evangélico es el que predica la cruz de Cristo, que la salvación es sólo por gracia por la sola fe en Jesucristo, porque lamentablemente, ese no es el centro de la enseñanza, sino que se ha vuelto un mensaje cada vez más moralista, de salvación a través de la buena conducta, del portarse bien, de obedecer a su pastor, pero no un mensaje de salvación por gracia; que sólo se escandaliza por el avance de la agenda progresista pero no entiende que es porque la Iglesia ha ido cediendo terreno en el plano cultural. Eso es lo que debería recuperarse. Tener una cosmovisión cristiana que vaya más allá de simplemente oponerse al aborto y al matrimonio homosexual, que abarque a todas las áreas de la vida, incluidas la cultura, la educación, las artes, la política, la economía, y no se limite solamente a la moral sexual, aunque también la abarque, teniendo como centro del mensaje la cruz de Cristo.

Finalmente, decir que esta situación nos afecta y seguirá afectando a todos los evangélicos de Chile, ya que la sociedad no hace distingos denominacionales, y la autoridad querrá fiscalizar a todas las iglesias, como por lo demás lo está haciendo a través de la Resolución Exenta N° 103, de octubre de 2017, emitida justo después del Tedeum de ese año, y que obliga a las entidades sin fines de lucro a declarar los ingresos anuales que hayan obtenido, en dinero o en especies, superiores a 12.000 UF.

No quiero dejar de destacar el hecho de que muchos quieren sacar una ventaja política de esto. Nunca les interesó profundizar en el sistema de gobierno de Jotabeche… hasta el Tedeum del 2017, en que se encaró a la presidenta Michelle Bachelet, momento en el cual quisieron buscar un punto débil a Durán, y lo encontraron. Pero la solución al problema no provendrá de quienes quieren sacar una ventaja política “pasándole la cuenta” a Durán por lo ocurrido en el Tedeum, sino de los que sinceramente aman la obra de Dios y tienen celo por el testimonio que la iglesia debe dar ante el mundo como como baluarte de la verdad.

Por eso, la solución no está en tomar distancia de Jotabeche para que se hundan ellos solos, mientras el resto tomamos palco diciendo que no es nuestra iglesia; sino en entender que, por lo ya dicho, todos tenemos algo de jotabechino en nuestra práctica del evangelio, y que la autocrítica debe partir por cada uno de nosotros. La Iglesia de Cristo es un solo cuerpo, y cuando un miembro del cuerpo padece, todos los miembros se duelen con él. (1 Corintios 12:26). ¿Debemos orar? ¡Por supuesto! Pero también hay muchas otras cosas por hacer.

 

Suyo en Cristo,

Benjamín Almendras Espinoza

 

*Hijo del fallecido pastor presbítero de la Iglesia Metodista Pentecostal de Chile (IMPCH) en Angol, Benjamín Almendras Almendras. Actualmente, miembro de la Iglesia Presbiteriana de Chile (IPCH).